Volviendo a casa por una ruta oscurísima, me crucé con un galgo negro comiéndose el cadáver de otro animal. El contraste de la carne roja en el asfalto negro, iluminado por las luces del auto, el perro delgado, estilizado, con las dos patas delanteras sobre la presa desgarrando las fibras de carne es de una belleza inquietante. El día anterior, llegando al campo donde despedimos el año, evité con una maniobra peligrosa pisar un perro marrón que había sido golpeado por otro coche. Miro por el retrovisor y veo cómo se incorpora frente a los autos que vienen por ese mismo carril atrás mío. La imagen es perturbadora porque adivino lo que viene para el perro aunque no me toque verlo. Lloré una parte del camino hasta el campo con la imagen del perro enfrentando los autos. Recordé, en una de esas asociaciones que más bien parecen trucos para distraer al dolor, una de las preguntas claves para rendir la licencia de conducir: ¿qué hacer si se cruza un animal en la ruta? La respuesta es “Agarre firme el volante y acelere”.
Tendría yo unos siete años, estábamos en el campo con mis papás y los vecinos mataron un cerdo para comerlo. Le hicieron un corte en el cuello para juntar la sangre en un balde, me imagino que para hacer encurtido o para que no se endurezca la carne, no sé. El animal chillaba agonizando y los niños mirábamos. Uno de nosotros no aguantó y abrazó al chancho. Bañado en la sangre del animal, le pedía al papá que no mataran al Conde. Le decían así al chancho porque tenía una mancha en el cuello que parecía un moño. El chancho estaba estaqueado y a mí se me presentó la imagen de Jesús que veía en los libros. Escribo esto y pienso que descubrí la muerte y a Dios al mismo tiempo junto con la literatura, porque eso de lo que estaba siendo espectador necesitaba un destino y bueno, fue éste.
Bernard Shaw dijo que Dios se está haciendo. Pienso que se está haciendo en nosotros, duerme en las plantas, sueña en los animales, existe en la belleza del mar o de una piedra. A lo mejor en el ave rapaz que vuela a la altura de mi departamento y descansa en el edificio de enfrente fabulosa, salvaje. ¿Qué hace acá? Dicen que fueron traídas para exterminar palomas. Debe estar por algo más, quizás la anunciación de algo terrible por venir. “Lo bello no es sino el comienzo de lo terrible” escribe Rilke en una poesía. A mí me falta el coraje suficiente para poder encontrarme con la belleza todos los días. Es cierto que no nací dotado para la felicidad, pero me siento preparado para estar contento.
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