22.9.24

El secreto. Eugenia Belin Sarmiento (1860 - 1952)

 


Hay imágenes para todo, todo es imagen. Si pensamos en un museo, la imagen es bastante sencilla, nos vamos a encontrar con una serie de objetos, material histórico, señalética y dispositivos pedagógicos para orientarnos al respecto de lo que estamos viendo. Este diseño rara vez varía y es reconfortante en algún sentido, porque esa repetición hace espacio para que la experiencia sea lo único que no esté determinado y haya que salir a buscarla. 

El Museo Histórico Sarmiento del barrio de Belgrano, Capital Federal, tiene esa particularidad. No es estrictamente un museo sobre Sarmiento ni acerca de la historia de la ciudad o de Nicolás Avellaneda que en una sala exhibe su biblioteca personal, pero contiene un poco de todo eso. Durante el recorrido se van sucediendo escenas, objetos, fotografías sin poder juntar exactamente de qué se trata. Uno ingresa a un edificio neorrenacentista enorme con la inmediata percepción de que algo falta, lo cual me parece fascinante porque expulsa al espectador que llega en posición de demanda. En el Museo Sarmiento hay que construir la experiencia, con todo lo de eventual y contingente que tiene un acontecimiento.

En ese orden de descubrimiento ocurrieron, para mí, las pinturas de Eugenia Belin Sarmiento, nieta de Faustino. Hasta ese momento lo único que conocía de la artista era su Retrato de María Amelia Sánchez de Loria, que Fabiana Barreda encuentra en un volquete y se convierte en una pieza fundamental de la muestra “El canon accidental”, la exhibición que rescata y muestra a pintoras mujeres que forman parte del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes y rara vez son expuestas.


Las pinturas de Eugenia Belin están distribuidas en al menos dos salas del Museo, la más conocida es el retrato de su abuelo sentado en un sillón rojo capitoné, con un brazo apoyado sobre el escritorio entre papeles y libros. Las otras son el estudio de la mano de su abuelo y una naturaleza muerta que, según el inventario del Museo, representa “un racimo de uvas blancas y rosadas con hojas sostenidas por pedúnculos unidos al sarmiento”. Leo y descubro que el sarmiento es de donde brotan las hojas y los racimos en la vid.


El Museo Sarmiento posee un secreto fabuloso, más de cien pinturas y dibujos de Eugenia Belin. Un secreto al alcance porque consultando con el área de gestión de la colección se puede acceder al archivo digital de la pintora. Una analista me dijo que en los museos las obras de arte están muertas. Quizás haya alguna verdad en eso, que las obras de arte esperan de nosotros para existir. Algo maravilloso del invento de Freud es cuando un paciente llega al consultorio esperando algo del analista y se vuelve a casa habiendo podido dar algo. Reconociendo que lo que tiene es a dar, no a demandar. El museo Sarmiento como cualquier otro no promete nada, está ahí para quien desee encontrarse con algo. Quizás el Museo perfecto sea aquel que consigue desaparecer lo suficiente para que pueda existir una experiencia. 



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