Lo más difícil iba a ser no ceder a la autocompasión. A
buscarla en todas las mujeres, porque ella había sido un poco todas las mujeres
que había conocido y las que iba a conocer. Tenía las entradas de cine, los
tickets de museos y todo lo demás. Siempre podía volver a las fotos y mediante ellas
a cada uno de esos momentos. Pero con el tiempo tenía que inventar el suceso
porque en su memoria se confundían los años y los momentos felices con los
episodios tristes de los dos. Ya había estado ahí antes, pero no era igual. Muy
probablemente sabia con anticipación que algún día el dolor iba a ser
proporcional al amor que estaba sintiendo, pero claramente ese pensamiento no
tenía espacio entonces. Ahora empezaba a resultarle evidente, pero ¿qué podía
hacer? ¿Renunciar? Si retiraba esa huella, también se llevaría la de algunos momentos extraordinarios. Era joven para perderse en
ese recuerdo pero viejo para intentarlo de nuevo después de la marca que había
establecido ella. En serio había pensado en la muerte, pero lo retenía el miedo
y la ilusión de un retorno. No al mismo lugar, pero si a la persona de ella. Un
día esa fantasía lo alejo tanto de las cosas que pasaban en su vida que no
podía distinguir entre su imaginación, los recuerdos y ese rencuentro que no
pasaría pero que el actuaba en su imaginación todas las noches. Incluso llegó a
tener una fantasía que rechazaba porque lo llenaba de espanto, donde ella perdía
todos sus seres queridos y la única persona en el mundo que le quedaba era él.
Sin embargo, a cada mensaje suyo las respuestas eran cada vez más distantes, de
una distancia que lo hacía sentir miserable, que revelaba la naturaleza de sus
sentimientos y lo exponía a humillarse. Un día llegó a odiarse tanto por
haberla perdido que hasta su olor se le hizo repugnante. Un día se hizo un mes,
y después no pudo retener más el tiempo. La forma civilizada de alejarse que
adoptó ella le resultaba insultante. Al no haber nadie allí donde idealmente
quisiera encontrarla para decirle lo que sentía, todas esas emociones se le
quedaban dentro y lo infectaban con su pestilencia. Se había prometido
atravesar todo lo que tuviera por delante con la claridad del que, aun sabiendo
que el océano no devuelve a sus víctimas, confía en que la sal de sus aguas
pueda cerrar alguna herida.
0 observaciones :
Publicar un comentario
muchas gracias.