Estoy convencido que a la felicidad es importante otorgarle un valor fluctuante,
porque cuando se polariza, cuando nuestro anhelo es de una manera y no puede
ser de otra, nos convierte en personas desdichadas. Es sustancial conocer que
nos hace feliz, pero para interpretarlo, pensarlo como algo dinámico de manera
que el éxito no quede adherido a un ideal y sí a una idea flexible. Sobre todo
cuando en ese pensamiento participa el otro, en cuyo caso las variables
aumentan y son necesarios procesos más elásticos.
Cuando se reflexiona sobre los vínculos humanos en tiempos
del capitalismo, se los piensa como un sistema dinámico a la manera de los
sistemas físicos. Se nos significa con el concepto de “conexión” Esta es una idea peligrosa, porque pensarnos conectados nos acerca a la función y no al apego sensible. Ese status de conexión fomenta
un lazo romántico de unión total con el otro que fracasa más temprano que
tarde. Las relaciones entre personas asumen un riesgo en el
intercambio y producen energía. Los seres vivos somos sistemas abiertos capaces
de mantener nuestra estructura aún frente a los cambios del entorno.Consumimos cosas provisorias del mismo modo que
individuos que se vuelven prescindibles cuando dejan de ser útiles a nuestro
absoluto de felicidad. De este modo las parejas duran lo que dura la
gratificación. Vivir la propia vida no significa aislarse en un modo, sino
colaborar en construir un mundo donde sea más sencillo acercarse a tomar
decisiones saludables. Por estas razones pienso que es preciso crear lazos estables, porque hacer un lazo con
otra persona es inventar, traer algo nuevo al mundo. Enamorarse, no. El enamoramiento deja al
otro del lado de la crítica. El amor en cambio es un lazo poderoso camino al
encuentro, conciente de las dificultades y de que conflicto no es lo mismo que incertidumbre.. Porque un
lazo puede ser tanto la unión entre dos partes como algo que si se tira de sus
extremos, se cierra en sí mismo.
A la herbácea perenne Cholorophytum
comosum se la conoce como “Lazo de amor” porque mantiene un vínculo con sus
gajos hasta que se fijen al suelo. También se la llama “Mala madre” porque
mediante raíces adventicias mantiene alejados a sus hijos. Algunos peces, en
cambio, se mueven en cardúmenes, juntos pero separados. Esto se conoce como
comportamiento de agregación, conducta que les trae numerosos beneficios sin
perder la independencia.
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