Anoche mirando Late Show, el programa de David Letterman, me
conmovió que la escenografía y la percepción del programa fueran la misma después
de 40 años. Hace poco más de un mes entre a Flickr y me frustró
tanto que absorbí el estímulo contrario, el de la novedad. Una concepción desafortunada
de sobrevivir adhiriéndose a un ornamento prestado. Pasó con Fotolog, también. Me
hace pensar en el Papa sugiriendo “Hagan lío”, y a ese graffiti en la entrada de Avenida Dorrego que prescribe “Sean felices”. Vivimos la felicidad como un mandato que en lugar de independizar nos captura. En lugar de reconocernos
como sujetos, nos sujeta. Ser felices, ser auténticos, ser saludables. ¿Para quién
trabajamos? Claramente no para nosotros. Seguimos negando el dolor, insistiendo
con rechazar las experiencias tristes pero celebramos la idea de sentirnos alegres.
Cuidado, si creemos en el Paraíso estamos dándole entidad al Infierno.
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